Historia Campo Gibraltar

Simi Cohen, la «santa» judía.

Simi Cohen, la «santa» judía que huyó de Gibraltar para convertirse en monja.

Quizás se es más feliz si se renuncia al deseo de controlar el futuro.

El 1 de marzo de 1817, cuando apenas contaba 16 años, crucé la frontera que separa Gibraltar de España,

¡No!, no fue un impulso, tampoco una rabieta de adolescente,

Llevaba tiempo meditándolo, mi corazón latía con una fuerza indomable, con una energía indescriptible que mantenía firme mi convicción, desde aquel día…

El día en el cual mi señora, nuestra madre hizo que abrazara la fe a la que fui llamada…

Soy Simi Cohen, nací el 4 de abril de 1801, en Gibraltar.

Mi familia formó parte del grupo de judíos sefardíes que se asentó allí tras su expulsión de España.

Mi padre Jacob Cohen era rabino. Mi madre, Esther Levy, falleció en mi parto, quedándome a cargo de una ama de cría y de una criada, ambas españolas y cristianas.

Solía pasear con Dolores, la criada, aprovechando nuestra complicidad le lanzaba mil cuestiones y ella siempre respondía a mis preguntas, aunque a veces tenía que insistir reiteradamente.

Recuerdo el día que me llevo a la Ermita de Nuestra Señora de Europa, una pequeña edificación que se asoma tímidamente a la bahía, bañada por un olor intenso a mar y arena, sus paredes de piedra invitan al silencio y a la oración.

Allí mi alma se llenó de luz, se dejó convencer por el mensaje, de nuestra madre, que me pedía salir de mi tierra y amar la cristiandad.

Fue ello lo que me impulsó aquel 1 de marzo, llena de miedo y angustia, a cruzar la frontera. Llegué al pueblo vecino de San Roque, ¡qué confusa me sentía!, aunque mi corazón vibraba de entusiasmo, fue en aquella hermosa localidad donde sus buenas gentes me ayudaron, “nunca olvido lo que en su pobreza me obsequiaron”.

El escribano, Francisco Zagala, que asumió mi defensa y me acogió en su hogar, escribiría al obispo de Cádiz relatando mi situación. Y a pesar del revuelo entre Gibraltar y San Roque, de las presiones de mi padre, “me dijo que primero daría la vida que hacerme traición, lo que cumplió”.

En el ayuntamiento sanroqueño adopté la bandera española y dos meses después de mi estancia allí, partí hacia Medina Sidonia.

Cuentan que en mi traslado desde San Roque marchaba con un arriero para acompañarme por los caminos. Al subir a mi mula un joven gallardo se presentó y nos acompañó en silencio hasta llegar a Casas Viejas, lugar en el que desapareció.

Al día siguiente comentando el viaje con el vicario del convento de San Cristóbal, José Ruiz, le dije que hasta Casas Viejas fuimos acompañados por un joven, lo que el arriero negó.

Según José, el vicario, quedaba claro que quien me fue protegiendo todo el camino fue San Rafael.

En junio de 1817 en la Iglesia de Santa María la Coronada recibí bautismo con el nombre de María De los Dolores Trinidad Josefa Cohen.

Así describen mi recuerdo de aquel día:

“preciosa, encantadora, con un vestido blanco, radiante de alegría, subió las gradas de la Iglesia Mayor Parroquial de Santa María La Coronada, con inmenso gentío en las calles. La ceremonia fue celebrada por el obispo de Cádiz y Algeciras, don Juan Aciscio.   

Hizo de madrina doña Nicolasa Velasco, esposa del alcalde de Medina, don Leonardo Talens.”

Residí todo un año en el convento de San Cristóbal antes de partir al de Jesús, María y José para comenzar mi noviciado.

Pensé en los infinitos dones que nos da la vida y que después devolvemos en cada pequeño gesto, así de agradecida me sentía hacia aquellas humildes personas capaces de reunir los 13.000 reales de vellón que costaba mi dote, agradecida en alma a ellos y a la voluntad de Dios.

Me entregué a la oración en aquellos pasillos que confluían en el claustro, a veces, me detenía descubriendo nuevos matices en el retrato de la madre Juana María Teresa de San Nicolás, Gibraltareña, que en 1693 habitó entre estas paredes, priora durante 42 años de nuestra orden:  las agustinas recoletas.

En el convento compaginé mis labores constantes bordados, manufacturas, ayuda en lo económico o de enfermera, y todo lo acepté con agrado, excepto el nombramiento de priora que con la mayor de la humildad preferí no ocupar.

Sin embargo, para mí las dos labores más gratas, las que llenan mi alma de serenidad:

La primera era la de maestra de novicias, puse en práctica el principio de que si quieres que alguien haga algo, lo primero es hacerlo tú, así los demás te tendrán de ejemplo.

Me encantaba escuchar mi nombre de sus labios: “madre amor de Dios”, sus voces dulces llegaban hasta mi celda, a la que apodaron la “casita de Nazaret”.

Y la segunda labor, era la de encargada del torno, con el permiso de la priora del convento, desde aquel humilde lugar, compartía con la gente sus preocupaciones, sus problemas, todo aquello que les hacía daño en sus vidas, les ofrecía de lo que teníamos dinero y comida, y también les infundía fortaleza con mis plegarias y mi apoyo.

Acudieron siempre a mí, hasta que la madrugada del 8 de enero de 1887, el creador me llamó a su lado.

Aún sigo en la memoria de todos, gracias a mi fama de Santa la santa sede inicio mi proceso de beatificación y canonización el 18 de septiembre de 2001 y lo cerró en noviembre de 2012.

Mi deseo es que sigan recordándome como quien fui, Sor Maria Dolores del Amor de Dios, la madre Amor de Dios…

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8 comentarios en “Simi Cohen, la «santa» judía.”

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