Treinta años… treinta años apartada de la vida, como si el genio que habita en cada rincón de mi alma, el que se desborda a través de mis manos, fuese una maldición que me aísla.

Treinta años apartada del mármol, de la arcilla o la madera…
Mi hermano, Paul, dice sobre mí: “Todos esos maravillosos dones que la naturaleza le habían otorgado no han servido más que para traerle la desgracia.”
Soy Camille Claudel, escultora.
En Francia en una pequeña localidad, nací en 1864, a finales del Siglo XIX.
Desde la más temprana edad, ya advirtieron en mi el talento natural que hacia que mis manos moldeasen o diesen vida a la arena o a la piedra.
Fui la hija mayor de un registrador de la propiedad. Mi padre, un hombre de carácter acérrimo, que sentía cierta predilección hacia mí.
Mi madre, terrateniente, mi verdugo, siempre albergó un rencor o un odio hacia mí.
Crecí dejando florecer mi talento natural, disfrutaba acariciando la humedad de la arcilla, a vaciar y dar volumen… formas tridimensionales que se conformaban ante mí.
Recuerdo que a los doce años realicé un grupo en arcilla, la composición se mostraba con tanta fuerza que llamó la atención entre los artistas locales. El Director de la Academia de Bellas Artes preguntaba si había tomado clases con Rodin… fue la primera vez que oía aquel nombre…
No, la semejanza era casual, no le conocía aún… yo era Camille, era escultora antes de conocer a Auguste.
Mi padre, librepensador, decidió enviarme a Paris donde podía estudiar arte, concretamente escultura. Ello, para mi madre y mi hermana, de mentalidad muy conservadora fue una humillación. Abandonarlo todo, trasladarse a Paris, para que esa “aborrecible” hija estudiase arte, ¡toda una indecencia!
¡época tan llena de convenciones y prejuicios!
Fue en 1881 cuando llegué a Paris, con toda la inquietud y la alegría, el entusiasmo de descubrir un mundo maravilloso y a la vez tan cruel, ¡qué decepción!, las mujeres teníamos prohibido estudiar en la Escuela de Bellas Artes (y no será hasta 1900 cuando se nos admitan en los talleres).

Sin embargo, con la furia que conlleva la pasión, me inscribí en la Académie Colarossi, una de las 2 únicas academias que aceptaban a mujeres como alumnas. Comencé a compartir un estudio.
Me envolví en mi talento, me entregué al trabajo y a la escultura.

La vida te ofrece sorpresas, jamás pensé que en 1883 conocería a Rodin, yo tenía en aquel momento 19 años, juventud, belleza, fuerza y creatividad, dispuesta a vivir intensamente.
Él, tenía 44 años, un imponente aspecto, una barba frondosa, el aurea que rodea la belleza del arte y toda una parte de su vida, vivida.

Desde ese momento, mi vida se conformo como una escultura realizada en la arena, que el paso del tiempo, el agua y el viento la van erosionando.
En 1888, mi madre me echo de casa, cuando conoció que me pasaba el día en el estudio de Rodin, y que mi relación iba más allá de lo artístico y más allá, según ella, del pecado. ¡un hombre que llevaba más de 20 años casado!
Auguste Rodin, fue todo y nada, la pasión, el amor, las infidelidades, su apego social, sus promesas de matrimonio, mis embarazos y mis abortos, sus tormentas…

En 1893, con 29 años, rompí con él… me asfixiaba, me había desposeído de mis sueños, mi arte quedaba relegado bajo su mayestática sombra.


Y, así como mi relación se fracturó, mi obra quedó fragmentada, olvidada y destruida…
¿Quién influyó en quién?
Si Rodin fue un genio, admirado por mí, porque en su excepcionalidad no cabe la menor duda. ¡Yo también lo soy!:
Mis esculturas buscan los efectos de luces y sombras, rompe con todo lo anterior, contornos, perfiles, mármol con un perfecto inacabado, el movimiento en circulo que envuelve la piedra desde cualquier ángulo, las perspectivas o el punto de fuga.
Tengo mis propias ideas y mi propio criterio.


Porque… ¿qué fue de la obra de Rodin después de mí?…
¡oh! Si, el siguió, siguió trabajando… haciendo variaciones de temas que surgieron en nuestra etapa.
Y, ¿qué fue de mí y de mi obra después de Rodin?
La amante y la modelo, modelo, modelo… si, me hacia posar horas y horas interminables en posturas terribles. Nunca me pagó por ello…
Una artista debe saber desenvolverse entre el apego a sus pasiones y la fuga de la creatividad. Recuerdo que, durante los primeros años, como estaba prohibido, para las mujeres, acceder a modelos desnudos, solo realizaba bustos. Hastiada de no poder avanzar por ese veto artístico, comencé a posar desnuda para mí, obras llenas de sensualidad… cuerpos que se inunda de un inusual erotismo.
¡¡Imaginad el escándalo de mis esculturas!!
El vals.
Sakuntala.
Clotho
Las Bañistas
L’âge mûr
La ola
Si, firmé pocas obras, incluso cuando la edad avanzaba en mi cuerpo y la miseria me rodeaba, era capaz de esculpir de memoria, de mis recuerdos. Yo realizaba todos los procesos que conlleva la escultura, no contrataba a devastadores como Rodin.
Existen estudios previos que demuestran que participe en ¨Los Burgueses de Calais” o en ¨Las puertas del Infierno”.
Intenté emanciparme, romper y sentirme independiente. La prensa y la sociedad fueron implacables conmigo, contra mi obra, a la que consideraban ¨una revolución contra natura”.


Solo quería esculpir, podía hacer que todas las partes del cuerpo hablasen a través de la piedra, tomase vida, unificando la mente y el cuerpo.
La miseria me alcanzaba, la sociedad no aceptó ni mi talento artístico ni mi forma de entender la vida, y de vivirla.
¡la escultura es un arte caro!
Mi mente se iba agrietando, en 1905 rompí toda mi obra, no podía permitir que me despojaran de su esencia, que la copiasen. Eran mis ideas, mi arte, todo lo creado por mí.
El 2 de marzo de 1913 muere mi padre, ni piedad ni misericordia por parte de mi familia, el 10 de marzo dos enfermeros irrumpen en mi estudio, me internan, a la fuerza, en el Psiquiátrico de Ville-Evrard.
En 1915 me trasladan a Montdevergues, allí moriré en 1943. Abandonada, nadie me visitó, nadie me visitará, en aquel terrible y helado lugar se me enterrará durante años, a pesar de mis suplicas de libertad…
“Se me reprocha, ¡Oh, crimen espantoso!, haber vivido sola. He caído en el abismo. Del sueño que fue mi vida, esto es la pesadilla”.

Me encanta la figura de Camille, se le debe hacer justicia
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Adorable artista y mujer de un talento sin igual. El mármol era barro en sus manos, logró cincelarlo con la calidad de quien sabe oír la voz de los materiales y dialogar con ellos. Salve Camille por siempre!!!! 🤍🍀
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